Nada más allá de la fría luz que le rodeaba, se encontraba sentada la musa cristalina, la mismísima alma intuitiva, era ella, sin duda. ¿ Quién más podría ser sino la que todo lo ofusca y lo deslumbra, sin más razón alguna que la de un capricho repentino?

Caprichosa ella, por más que la quieras vislumbrar no podrías. Si la buscas hasta te parecerá que la puedes llegar a tocar, pero todo serán meras ilusiones de tus ansias para llegarla a conquistar.

Esa barrera, ésa que nos mantiene vivos ya que nos permite continuar sintiendo la irracionalidad de los sentimientos abocados por esa fuente misteriosa de fría luz cristalina que emerge de nuestro interior sin la más mínima castidad.